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Desde un punto de vista médico la marihuana
tiene efectos beneficiosos sobre la salud en el tratamiento del dolor, como
antiinflamatorio, como relajante muscular e inductor del sueño, entre otros.
Pero en exceso produce una atrofia de la actividad neuronal que afecta la
memoria, el aprendizaje y el autocontrol; el impacto mayor ocurre en los
consumidores adolescentes en quienes es capaz de hacer perder un promedio de 8
puntos de coeficiente intelectual.
Sin embargo, la droga más consumida en la
mayoría de países, el alcohol, es y ha sido legal siempre (salvo algún caso
puntual) y está socialmente aceptada a pesar de los muchos problemas que su
ingesta excesiva provoca. Contrariamente al cannabis, un médico no recomendaría el alcohol por sus efectos beneficiosos. Es un depresor del
sistema nervioso central, un tóxico que, vehiculizado por la sangre, alcanza
todos los órganos y sistemas corporales. Su uso diario y abusivo se manifiesta
en cambios de personalidad y carácter.
La dificultad que representan ambas drogas para
el individuo es saber diferenciar el uso del abuso. La mayoría de nosotros
consume una o ambas ocasionalmente y en sociedad. En el caso del alcohol la O.M.S.
considera
bebedor de riesgo quien toma regularmente y a diario más de 40 gramos de alcohol
puro= 4 UBE (mujer) y más de 60 gramos= 6 UBE (hombre). Una UBE=10 gramos. Estas
cantidades equivalen a menos de lo que pensamos. Ejemplo: 100 cc (unos 3 dedos
en una copa) de vino de 13º= 10,4 gramos de alcohol puro, algo más de 1 UBE (lo
mismo que una caña, un carajillo o un vermú). El hígado sano metaboliza 1 UBE cada
90 minutos. Más información aquí.
En el caso de la marihuana no he encontrado
lo que se considera un consumo de riesgo, pues su toma suele ir unida a la de otras
substancias psicoactivas. En 2015 estas causaron más de 450 000 muertes (datos
OMS, informe EB 140/29, 28-11-2016).
El ser humano siempre ha consumido drogas.
Muchos son los motivos que le impulsan a hacerlo: personales (curiosidad,
aburrimiento, hastío, rabia…), del entorno (marginación, facilidad de acceso,
presión social…) u otros; motivos, todos ellos, superficiales. El núcleo de la
cuestión radica en la extrema dificultad de adaptación del homo sapiens a un
mundo que muchas veces no entiende aunque forma parte de él, a su propio yo
desconocido y a unas reglas de convivencia que no acepta. Por encima de todo
está la conciencia de su insignificancia dentro del universo. Lo único que
puede protegerle de las adicciones es el autoconocimiento en profundidad, la
valoración lúcida de sus capacidades, la aceptación de sus límites y la puesta
en práctica de aficiones y proyectos que llenen el vacío existencial. Todo
ello, claro está, requiere un trabajo personal constante, algo que la natural
pereza del individuo con frecuencia impide.
(foto libre de Dreamstime)