Trabajo en un
S.D.P.I. (Servicio de Diagnóstico por la Imagen) de la primaria. Parte de mi
trabajo consiste en practicar ecografías a gente de todas las edades y
volúmenes. Sí: volúmenes. A veces mi brazo derecho, estirado al máximo, y mi
cuerpo casi tumbado, no alcanzan a poner el transductor sobre la fosa lumbar
izquierda del paciente para visualizar el riñón… y mi anatomía es perfectamente
normal. A veces me resulta imposible dar con la próstata sin destrozar mi
muñeca, que no consigue flexionarse contra un abdomen voluminoso y a tensión… y
soy una mujer fuerte.
Lamentablemente resulta cada día más
frecuente encontrarse con obesos tumbados en la camilla de ecografías o en la
sala de radiología. A menudo son personas inmensas con barrigas descomunales,
con un perímetro abdominal de infarto, nunca mejor dicho en una sociedad donde
para concertar un seguro de vida te obligan a declararlo, y en la que la
prevención de las enfermedades cardiovasculares requiere una cintura de menos
de 80 centímetros en la mujer e inferior a 94 en el hombre.
Aun reconociendo que, sorprendentemente,
alguno de estos pacientes es de fácil diagnóstico por ultrasonidos, lo habitual
es que no sea fácil extraer todo el jugo posible de una ecografía, una prueba
sencilla, cómoda para médico y paciente, y muy resolutiva.
Si hablamos de diagnóstico radiológico, la
radiología directa y el utillaje que conlleva se hallan a años luz de técnicas
más antiguas en cuanto a calidad de imagen y facilidad diagnóstica. Sin
embargo, aunque las mejoras son obvias para los obesos, debe destacarse un
aspecto. El aparato automático ofrece a los TER (técnicos en radiología, los
que “hacen las fotos”) un estándar de dosis y permite especificar si el
paciente es delgado, mediano o gordo. Dicho eso, al hacer el disparo, él mismo dosifica
la radiación, cortando la dosis que emite el tubo cuando cree que la imagen
será suficientemente buena. Así pues y en general, a mayor volumen corporal,
mayor irradiación recibe el paciente.
Visto desde la asistencia primaria, los
datos son muy preocupantes. Hoy la obesidad afecta un 13% de la población
mundial (incluye países de delgados y famélicos). En 2025 se espera que afecte
a un 20%. Y va al alza…
(Foto libre de
Pixabay.com: Lago Constanza)