La
llamaron Diosa de fuego. Le atribuyeron adjetivos varios: apasionada,
racial, fuerte, salvaje, violenta… Revolucionó el baile flamenco
por saber ser diferente. Triunfó en Europa y en todo el continente
americano, y su amigo John S. Wilson le regaló una “masia”
catalana en Begur para que tuviera algo de su propiedad. Allí murió
en 1963, demasiado joven, incluso para alguien que ya lo ha dado
todo.
Vista
la exposición -en blanco y negro- recomiendo en particular los
retratos de la barcelonesa Colita. En la que muestro aquí, Carmen se
parece a la mejicana Teresa, la protagonista de La
reina del sur,
novela de A. Pérez-Reverte. Sin embargo mi retrato preferido es uno
en que sale voluntariamente desenfocada. Colita ha conseguido
retratarle el alma, un alma sensible, débil y dolorida.
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