La medicina del futuro consistirá
en ajustar los métodos diagnósticos y terapéuticos a las necesidades de cada
individuo sin perder de vista el estado de salud poblacional. Se pretende que
sea predictiva (se adelanta a la aparición de la enfermedad), preventiva (actúa
antes de que aparezcan los síntomas), personalizada (es distinta para cada
persona) y participativa (requiere la implicación del paciente, de las
instituciones y de las compañías biomédicas).
¿Por qué esta medicina personalizada? Entre otros motivos, porque las
reacciones adversas a medicamentos representan la cuarta causa de mortalidad. Esto
se debe a que cada uno de nosotros metaboliza y absorbe el medicamento de
manera distinta, dependiendo de su perfil farmacológico. Los alimentos también
interfieren con el funcionamiento de isoenzimas usadas en el proceso. La
eficacia de la dosis administrada varía según las características individuales
y no solo en función de la edad, el peso o el sexo.
La medicina personalizada precisa que se popularicen unas herramientas
específicas: el análisis genético (los genes y su secuencia), el análisis de
expresión (basado en la cuantificación del ARNm), el análisis epigenético
(estudia diferencias en el plegamiento del ADN), el análisis proteico
(presencia y cantidad de proteínas), el análisis metabólico (estudio de los
metabolitos). Su aplicación es amplia y diversa; la predicción de la
posibilidad de padecer una enfermedad determinada, el uso de biomarcadores para
su diagnóstico o la dosificación exacta del medicamento serían algunas de
ellas.
De momento la medicina personalizada se enfrenta a dos obstáculos: la
tecnología que exige y el coste que supone. Sin embargo en un mundo que avanza
a todo gas, podría esperarse que en un plazo relativamente corto, se convierta
en una rutina.
(Foto libre de www.pixabay.com)
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