Parece increíble, ¿verdad? Pues yo
misma abrí la radiografía en mi pantalla Barco. Llamé en seguida al TER. “Tiene
19 años, ha llegado hace unos meses de Pakistán y no habla nada. En la historia
pone que no ha tenido relaciones sexuales”.
¡Acabáramos! Busqué su historial: 25-5-16, consulta por vómitos
matutinos; 12-6-16, se visita en ginecología por amenorrea secundaria; 25-9-16,
consulta por algias pélvicas y se solicita la radiografía de abdomen.
¿Cómo es posible que nadie haya pensado en un embarazo?
Respuesta: la paciente estuvo acompañada en todo momento por su padre,
que se negó a que fuera explorada, respondió de su virginidad y no quiso ningún
traductor; la joven iba cubierta con ropa informe de pies a cabeza y no abrió
la boca en ningún momento.
Según la ecografista que la visitó luego, se trataba de una paciente
delgada, de abdomen casi no abultado, tensado por una antigua cicatriz de
quemadura. Por supuesto conocía su estado, pero estaba aterrada ante un padre
dominante que casi perdió los nervios al descubrirse el pastel y al saber que
su “yerno” era un primo que se había quedado en Pakistán. En cuanto asumió el
hecho, quiso que fuera practicado un aborto, petición denegada por lo avanzado
del embarazo. Se le propuso dar el bebé en adopción.
Mientras, solicité una estimación de dosis recibida a ACPRO, y resultó
ser de 0,43mGy en útero, desdeñable en un feto ya formado.
Mi pregunta como médico:
¿Debe el colectivo renunciar a
desempeñar correctamente su trabajo (interrogar, explorar…) por exigencias del
paciente e incluso del acompañante?
Mi conclusión:
Dejando a un lado el trasfondo
cultural y social del caso, ¿cómo es posible que un médico no sepa que “mujer
joven con amenorrea y vómitos igual a embarazo hasta que no se demuestre lo
contrario”? ¿Por qué nadie le hizo un simple test para descartarlo?
Estimado colega, me interesa tu opinión; deja un comentario.
Gracias por compartir.
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