Quien más quien menos conoce la toxina botulínica, famosa por la
marca BOTOX®, y sabe que corrige las arrugas de expresión gracias
a su efecto paralizante del músculo. Esta substancia tiene además numerosas
aplicaciones: estrabismo, dolores vertebrales, sudoración intensa,
contracciones musculares involuntarias anómalas, incontinencia urinaria en
parapléjicos… Pero vamos a referirnos a su eficacia en la migraña crónica.
Consiste esta en un síndrome de prevalencia familiar, con ataques
recurrentes de dolor de cabeza, intolerancia a la luz y al ruido, náuseas y/o
vómitos, durante 15 o más días al mes. El bótox en este caso permite sobre todo
reducir la intensidad del dolor. Se administra en unos 12 a 30 puntos de la
cabeza en inyección subcutánea o intramuscular poco profunda, bastando de 100 a
150 unidades (una ampolla o una y media) con una frecuencia trimestral. Las
contraindicaciones son escasas, pues el tratamiento es local y no suele
absorberse en sangre.
Aunque no se conoce su causa exacta, parece ser que la migraña deriva de
una hiperexcitabilidad de la corteza cerebral occipital, o sea de un problema
neurogénico, y no vascular como se pensaba antes. Por ello las investigaciones
se han encaminado a fármacos que actúan sobre las terminaciones nerviosas.
Aún no se ha sacado al bótox todo su potencial, precisándose para ello
estudios de mayor calidad. Sin embargo su amplia difusión va por delante de la
evidencia científica, un peligro si se recuerda que se trata de una potente neurotoxina de efectos
desconocidos a largo plazo.
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