Después de la Primera Guerra
Mundial desaparecieron los imperios ruso, otomano y austrohúngaro. En oriente
medio, las culturas turca, persa y árabe derivaron en Turquía, Persia y en veintidós
estados árabes, algunos bajo dominio colonial; ninguno se ha convertido en un
verdadero estado-nación. Así las cosas la nación árabe no tiene ninguna
estructura común de referencia. Se hicieron diversos intentos para unificarla,
como el panarabismo de Nasser o la creación de la República Árabe Unida (1958-1961).
No hace mucho la población árabe, harta de autoritarismo y corrupción
gubernamentales, se rebeló en la denominada “primavera árabe”, que solo se ha
resuelto satisfactoriamente en Túnez, país de sociedad bastante homogénea y
educada. Aún así en muchos sitios aquella primavera dejó una fractura
generacional, con jóvenes que no se dejan manipular como sus padres.
Al Baghdadi, líder del EIIS, Estado
Islámico de Irak y Siria, ha decidido convertir este pedazo de tierra en un
califato (con él de califa) parecido a los que siguieron a la época de Mahoma, como paso previo
para reconquistar el mundo. ¿Qué supondría un califato? Sería un polo de
atracción para yihadistas de todas partes; el control del territorio permitiría
cobrar impuestos y vender los recursos; se podrían preparar los ataques en casa
con total seguridad. No nos las tenemos ya con grupos terroristas que a menudo
están a la greña, sino con una nueva era, una nueva generación. El EIIS podría
hacerse muy fuerte: dispone de dinero, armas y militantes. (Javier Solana, La
Vanguardia Dossier nº 52, pp.8-10).
En Afganistán, como en muchas zonas de
dominio talibán, se han bombardeado las escuelas públicas y se amenaza a las
familias para impedir que lleven allí a sus hijos. Según un maestro
entrevistado se les acusa de difundir los valores occidentales y se pretende
centralizar la educación en las madrazas. Una maestra declaraba que se quiere
impedir la alfabetización de las niñas y tener a los chicos bajo mano, educados
solo en el Islam y entrenados para una eventual guerra santa. Un instructor de
los seminarios islámicos exponía la necesidad de volver a las enseñanzas de
Mahoma, o sea al siglo VIII. (France 24 TV-Infos-7/7/2014-edición del mediodía)
Existen pues motivos suficientes para que
Occidente extreme las precauciones en sus fronteras. Washington ya lo ha
anunciado, pero no está solo. La UE, el Reino Unido, Canadá y Australia han
tomado medidas contra el tránsito descontrolado de individuos que regresan a
casa después de guerrear en sus países de origen (En Australia les ponen un
chip). Muchos combatientes y terroristas viven en Occidente, que aún no ha
desarrollado la legislación capaz de hacer frente a este nuevo reto global. De
momento quienes viajen en avión, que se lo tomen con calma: las esperas en los
controles de los aeropuertos van a parecerles interminables.
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