En el mundo hay más de 200 millones
de personas en el paro, y la capacidad de crear puestos de trabajo parece
limitada. Además, a día de hoy los cambios deben ser globales, generalizados.
¿Qué hacer pues?
Una de las propuestas (existente desde
los 80) consiste en redistribuir la jornada laboral: horario más corto y con
menos sueldo, pero más tiempo para disfrutar de la vida. La ventaja para los
trabajadores es que evitan los despidos masivos; para las empresas, que pueden
sobrevivir en épocas difíciles; para los gobiernos, que se ahorran las
prestaciones por paro; para la sociedad, que no crece la exclusión social. Pero
estos minijobs, que aportan minisueldos, son viables solo si en cada casa
trabajan varios miembros; un single precisará de varios sueldos para subsistir.
Además, al empresario le resulta más caro contratar a dos trabajadores a media
jornada que uno a jornada completa. Otro punto a tener en cuenta sería el de la
redistribución del tiempo de cara a un mejor aprovechamiento: ¿por horas, días,
semanas, meses? (4h/día, 2 días de 10h/semana).
Otro aspecto a valorar es la existencia
de sectores, como el tecnológico, que a pesar del paro no encuentran candidatos.
Hace años que en Europa las políticas educativas débiles e irreflexivas sumadas al creciente
fracaso escolar y a la abundancia de recién llegados sin formación han
conducido a una saturación de trabajadores no cualificados para ocupar unos
puestos que se han ido reduciendo, con la triste consecuencia de millones de
personas que viven en precario. ¿Qué habría que hacer? Potenciar la formación
de niños y jóvenes en las escuelas e institutos, dirigirlos a carreras más
técnicas, actualizar la cartera de estudios universitarios en el ámbito público
(que ha quedado desfasada respecto a la industria) y explicar a la sociedad (a
través de los medios de comunicación) la importancia de alcanzar una formación
sólida.
Todo eso precisa de una planificación
conjunta de muchos sectores, hecha con sentido común y pragmatismo. Por
desgracia queda muy lejos de un mundo donde todos van a su aire, al son de sus
intereses particulares y tomando decisiones sobre la marcha.
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