A las ocho menos cuarto de la
mañana, hora de Barcelona, invaden mi calle tres furgonetas blancas que aparcan
en la Zona Verde que ha quedado libre. Bajan nueve hombres vestidos de
operarios, luciendo chalecos reflectantes, cinturones de herramientas y cascos protectores.
Descargan bobinas de cable y altas escaleras que colocan en la esquina,
apoyadas en el edificio más cercano. En seguida miran el material, añaden unos
cuantos conos de color naranja y deciden que es la hora del café. El bar de la
esquina resuena con los gritos y las risas de los alegres trabajadores.
Una hora después parece que toca ponerse
al tajo, con calma y mucho ruido, eso sí. Poco a poco se colocan las escaleras,
un operario sube (sin casco, que molesta) y va haciendo el tendido, en este
caso de fibra óptica. A las once hay mucha hambre (de tanto subir y bajar
escaleras); el bocadillo y la cerveza precisan de al menos noventa minutos para
caer bien en el estómago. La dueña del bar, contenta de la numerosa clientela,
pero airada por las injusticias laborales que percibe me comenta que “no pegan
golpe”, que “se pasan el día hablando”, que “yo he trabajado como un negro de los de antes, que mira tú ese qué rápido
que ha aprendido a gandulear, y que es una vergüenza”. Añade que “eso no es nada;
tendrías que ver la chica que multa los vehículos mal estacionados en la Zona
Verde, esa sí que sabe: ¡todo el día en el bar whatsapeando!”. Detecto cierta
envidia bajo sus palabras y la animo: “Mujer, tú y yo, que somos unas
currantas, seguro que nos sentimos mucho mejor que todos ellos; es más
gratificante”. Me taladra con una mirada paralizante y me callo.
Cuando regreso de cumplir con mi jornada,
aún están ahí los operarios y las furgonetas, ellos chillando de lado a lado de la
calle. Miro hacia arriba y me parece que el cable está puesto. Tardan media
hora más en recoger y abandonar la zona en medio de un ruido ensordecedor. La
calle entera respira aliviada cuando abandonan el lugar. Parece que podremos
descansar después de días de jarana. Alguien comenta que han terminado la faena.
Falsa alarma. Unos días después vuelta a
empezar. Parece ser que el cable no ha quedado bien colocado y precisa
retoques.
Así nos va...
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