miércoles, 29 de enero de 2014

Somos demasiados

Se habla poco de demografía, aunque va a ser un factor clave que marcará la economía y la sociedad futuras. En el siglo XX la población mundial era de 6 070 millones, y se estima que el año 2050 será de 9 300 millones, el 77% de los cuales vivirán en Asia y África. En la UE lo hará solo el 7%. Recordemos que para estabilizar la población cada mujer europea debería tener 2,1 hijos y que a día de hoy tiene 1,6. Naciones Unidas prevé que el aumento de población se estabilizará en torno a los dos hijos por mujer. ¿Y eso qué importancia tiene? Pues que una elevada natalidad no favorece la calidad de la sanidad básica ni de la educación primaria y hace disminuir la renta per cápita. Por otra parte en 2050 los mayores de 60 años representarán el 22% del total de habitantes del mundo; en los países avanzados serán el tercio del total. El envejecimiento poblacional tendrá muchas consecuencias. Habrá menos personas trabajando para financiar las pensiones del resto. Quedarán afectados el consumo, el ahorro, el mercado laboral, el sistema sanitario, la atención a los ancianos, la familia y las migraciones. Una sociedad envejecida será políticamente más conservadora. El exceso de población supondrá más presión sobre la agricultura, mientras que el agua se hará más escasa, igual que las energías fósiles, los recursos y también el espacio físico. Todo eso implica más sobreexplotación de la Tierra y más contaminación. Dicho de otra manera: si todos los habitantes del mundo son iguales y tienen los mismos derechos, el planeta no podrá sustentar tanta gente en este nivel tan alto. (de “Un futuro incerto”, de Francesc Raventós)

miércoles, 22 de enero de 2014

Libros que dejan huella

Todos los lectores podríamos hacer un listado de libros que, por motivos diferentes, conservamos en nuestra memoria. Todos ellos, a través de la historia o del protagonista, nos enseñan cosas de la vida. Algunos han caído en nuestras manos recomendados y otros por casualidad o en un momento crucial. Todos forman parte de nosotros. Los que quisiera destacar son las de mi etapa de adolescente. Debo a Dumas momentos inolvidables de aventura con Los tres mosqueteros, mientras que dejaba impresionar por la mala Milady y su flor de lis tatuada. El suspense de aquellos Diez negritos que iban desapareciendo misteriosamente en la obra reina de Agatha Christie me produjo alguna que otra pesadilla y un conjunto de emociones desconocidas. Pero la obra que más me impactó en aquella época fue Lo que el viento se llevó. Yo era entonces una niña retraída e insegura que admiraba la voluntariosa Scarlett O’Hara y quería ser guapa como ella, decidida como ella y tener un novio clavado a Rett Butler. Más adelante llegaron obras diferentes. La dureza de Germinal de mi venerado Émile Zola me rompía el corazón tanto como La plaza del Diamante, de Mercè Rodoreda. Durante mi adolescencia tardía conservé mi preferencia por hombres que me parecían muy masculinos por su valentía y orgullo y que Corneille supo retratar con maestría en Le Cid, obra que leíamos en clase en el Lycée Français y de la que me sabía escenas enteras de memoria. Una amiga me regaló en un momento crucial un Herman Hesse, Demian, libro que todavía abro en épocas oscuras y que siempre me reconforta. Recuerdo que en los setenta José Luís de Vilallonga estaba prohibido por el franquismo; comprábamos sus obras en Francia y las pasábamos escondidas por la frontera. Aún releo a veces una de ellas. Se llama L’homme de sang i narra la vuelta a España de un exiliado andaluz de la guerra civil, un personaje con mucha miga y una historia espléndidamente narrada. Podría citar más libros, como Gigi, de Colette, o 1984, de Orwell. Pero solo destacaré uno, que seguro que nadie conoce: Escuela del amor y del matrimonio. Lo leía a escondidas. Y es que hace más de cuarenta años no se hablaba abiertamente de sexo como ahora y si uno quería informarse, debía espabilarse solo. ¡Oh, libros! Libros para disfrutar, libros para aprender..., pero como dijo la agente literaria Carmen Balcells, está muy bien vivir otras vidas y conocer otros mundos a través de los libros, pero es mucho mejor que vivamos nuestras propias experiencias.

jueves, 16 de enero de 2014

Francia subvenciona las librerías

La ministra de cultura francesa se dispone a tomar “serias medidas” para paliar la pérdida de 10 000 puestos de trabajo y el 8% de caída de facturación del sector del libro. En la radio añadió: “Todo el mundo está harto de Amazon, que rebaja el precio de los libros, fijo por ley, y que ni siquiera cobra para enviarlos”. He aquí la cuestión. Dicen las malas lenguas que las compañías como Amazon, Google o Apple evaden impuestos, hecho no demostrado que, de ser cierto, tiene fácil solución. Los políticos sueltan frases del estilo “Queremos proteger la cultura” o “Todo el mundo tiene derecho a la cultura”. ¿Lo piensan de verdad? Porque portales como Amazon garantizan un acceso a la cultura abierto a todos, con un catálogo muy extenso en distintos idiomas; es una librería que nunca cierra y a la cual no hay ni que desplazarse. ¿Qué ofrecen, a cambio, las librerías? Una hermosa exposición de libros, muy agradable a la vista y al tacto, eso sí, con presentaciones de novelas y firmas ocasionales de autores. ¿Y qué más? Cuando se habla de proteger las librerías con dinero público, ¿es la cultura la que se protege o solo los privilegios de un sector desfasado? Francia no debe subvencionar las librerías. El dinero caído del cielo de manera regular no estimula la creatividad ni los nuevos proyectos, más bien incita a la inmovilidad cerebral. En algún momento se acabaron las máquinas de escribir y la gente compró ordenadores. Lo llamamos progreso. La característica más estable del mundo es que cambia constantemente. No debemos esconder la cabeza bajo el ala y aferrarnos a un pasado que va contra corriente. La digitalización en todos los ámbitos es nuestro presente. No sabemos lo que nos depara el futuro, pero seguro que estará lleno de cosas nuevas a las que también deberemos adaptarnos.

miércoles, 8 de enero de 2014

2014. ¿Un año verde?

En 2014 tendrán que llegarnos muchos cambios si queremos mantener el actual bienestar, aunque no va a ser posible recuperar el de finales del siglo pasado. Uno de ellos será sin duda el energético. Intentaré describir en pocas palabras la dramática situación actual: descontrol, procesos de extracción complejos, importante especulación, precios disparados (crecen un 8% anual y van al alza), grandes intereses económicos sobre los recursos fósiles por parte de los oligopolios, empobrecimiento de amplias zonas del planeta y abismo creciente entre ricos y pobres. Existen, además, unos conceptos que los gobiernos y nosotros deberíamos tener en cuenta: en 2060 se habrán agotado el petróleo, el gas natural, el carbón y el uranio; la generación de electricidad tiene hoy una eficacia de sólo un 33%; la energía atómica es muy cara de producir (se aprovecha menos de una cuarta parte, el precio de la seguridad de las centrales está por las nubes y cuestan de gestionar unos residuos que no se eliminarán hasta pasados 100 000 años). ¿Qué hacer? Renovables es la respuesta. Ramon Sans Rovira nos lo explica en su libro "El colapso es evitable. La transición energética del siglo XXI"
(TE21), Octaedro, diciembre 2013, que ha copublicado con Elisa Pulla. Eólicas, hidráulicas y fotovoltaicas generan electricidad directamente, son limpias y rentables. Este ingeniero industrial enamorado de la naturaleza ha calculado las necesidades de Europa haciendo un estudio comparativo de las potencias necesarias y combinando las renovables en cada zona para facilitarnos una vida cómoda. Ha tenido en cuenta la variabilidad de estas energías, la superficie a ocupar, la forma de almacenamiento para un uso posterior a corto y largo plazo, el coste y la rentabilidad. Todo esto y mucho más en la TE21, un proyecto energético sólido a aplicar entre 2015 i el 2050. ¡Empecemos el 2014 pensando en verde!