miércoles, 22 de enero de 2014

Libros que dejan huella

Todos los lectores podríamos hacer un listado de libros que, por motivos diferentes, conservamos en nuestra memoria. Todos ellos, a través de la historia o del protagonista, nos enseñan cosas de la vida. Algunos han caído en nuestras manos recomendados y otros por casualidad o en un momento crucial. Todos forman parte de nosotros. Los que quisiera destacar son las de mi etapa de adolescente. Debo a Dumas momentos inolvidables de aventura con Los tres mosqueteros, mientras que dejaba impresionar por la mala Milady y su flor de lis tatuada. El suspense de aquellos Diez negritos que iban desapareciendo misteriosamente en la obra reina de Agatha Christie me produjo alguna que otra pesadilla y un conjunto de emociones desconocidas. Pero la obra que más me impactó en aquella época fue Lo que el viento se llevó. Yo era entonces una niña retraída e insegura que admiraba la voluntariosa Scarlett O’Hara y quería ser guapa como ella, decidida como ella y tener un novio clavado a Rett Butler. Más adelante llegaron obras diferentes. La dureza de Germinal de mi venerado Émile Zola me rompía el corazón tanto como La plaza del Diamante, de Mercè Rodoreda. Durante mi adolescencia tardía conservé mi preferencia por hombres que me parecían muy masculinos por su valentía y orgullo y que Corneille supo retratar con maestría en Le Cid, obra que leíamos en clase en el Lycée Français y de la que me sabía escenas enteras de memoria. Una amiga me regaló en un momento crucial un Herman Hesse, Demian, libro que todavía abro en épocas oscuras y que siempre me reconforta. Recuerdo que en los setenta José Luís de Vilallonga estaba prohibido por el franquismo; comprábamos sus obras en Francia y las pasábamos escondidas por la frontera. Aún releo a veces una de ellas. Se llama L’homme de sang i narra la vuelta a España de un exiliado andaluz de la guerra civil, un personaje con mucha miga y una historia espléndidamente narrada. Podría citar más libros, como Gigi, de Colette, o 1984, de Orwell. Pero solo destacaré uno, que seguro que nadie conoce: Escuela del amor y del matrimonio. Lo leía a escondidas. Y es que hace más de cuarenta años no se hablaba abiertamente de sexo como ahora y si uno quería informarse, debía espabilarse solo. ¡Oh, libros! Libros para disfrutar, libros para aprender..., pero como dijo la agente literaria Carmen Balcells, está muy bien vivir otras vidas y conocer otros mundos a través de los libros, pero es mucho mejor que vivamos nuestras propias experiencias.

1 comentario:

  1. Precioso post, Carme. Al leerlo me ha venido el "recuerdo" de un época pasada, que no he vivido pero me rozó. Un cierto sabor a los libros de Terenci Moix y las experiencias que contaba, vividas en la Barcelona de entonces. ¡Cuántas cosas han cambiado! A mí me dejó huella un libro poco conocido: Sin blanca en París y Londres, de George Orwell, el cual leí después del impacto que fue leer 1984. Por supuesto, mi vida no volvió a ser igual después de Cien años de soledad, que releo compulsivamente una vez cada dos o tres años desde mis 18. Y libro de cabecera de toda mi generación: Trajecte final, de Manuel de Pedrolo y los cuentos fantásticos de Pere Calders. Gracias por el post :)

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