miércoles, 16 de julio de 2014

Malala, te necesitamos

Malala Yousafzai tiene diecisiete años. Con once esta famosa activista pakistaní se dio cuenta de que, sin escolarización, a las niñas de su país les esperaba un futuro miserable. Apoyada por su padre plantó cara a los talibán propagando un mensaje a favor de la educación de las mujeres en todo el mundo. El castigo no se hizo esperar y una bala en la cabeza la mantuvo un tiempo entre la vida y la muerte. Aun así su lucha no se ha extinguido y, de reconocimiento en reconocimiento, esta joven menuda que se hace escuchar por periodistas y políticos, destila ternura y provoca la admiración de todos. De momento Pakistán ocupa una de las últimas plazas en el Global Gender Gap Report del 2013, que clasifica a los mejores países para las mujeres en cuanto a igualdad de sexos a todos los niveles. Islandia, Finlandia, Noruega, Suecia y una sorprendente Filipinas ocupan las primeras plazas del ranking.
      Aquí hace muchos años que se crearon leyes y normativas para no discriminar por razón de sexo. En cambio otros asuntos relacionados con la educación no van bien. Fijémonos por ejemplo en el gran número de fracasados escolares, en el nivel descendente de los conocimientos del alumnado, en el lenguaje vulgar utilizado por periodistas y personajes públicos, en las constantes faltas de respeto con los ancianos y en todo el ámbito familiar, en las agresiones verbales y físicas por un sí o por un no… la lista sería interminable. Y puede hacerse extensible a la mayoría de países de Occidente.
      Hace poco el mundo del fútbol (concretamente el Barça) ha puesto la guinda al pastel. El fichaje de “mordisco” Suárez y el hecho de asegurar que este personaje está en “la línea del equipo” ha decepcionado a muchos. El Barça ya no es “más que un club”. Alguien de la directiva debería haberse planteado que son mayoría los jóvenes que copian a sus héroes. El fútbol marca tendencias. Ya hace años que, por culpa de este mimetismo, los escupitajos, flemas y esputos conviven con nosotros. Los pisamos, patinamos sobre ellos y a veces aterrizan de improviso sobre nuestra piel. Forman un conglomerado de saliva y moco, de consistencia variable, y pueden ser transparentes, blancos, amarillos, verdes o sanguinolentos, según contengan bacterias, virus, incluso el bacilo de Koch. Imagino que los escupidores ni lo saben; son demasiado incultos.
      Por eso yo le pido a Malala que se pase por aquí, que aporte su juventud de ideas claras y ganas de cambio, y que nos eche una mano. Nuestra sociedad está en caída libre en cuanto a la educación. Malala, ¡te necesitamos!


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