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miércoles, 2 de julio de 2014

Trabajo para todos

En el mundo hay más de 200 millones de personas en el paro, y la capacidad de crear puestos de trabajo parece limitada. Además, a día de hoy los cambios deben ser globales, generalizados. ¿Qué hacer pues?
      Una de las propuestas (existente desde los 80) consiste en redistribuir la jornada laboral: horario más corto y con menos sueldo, pero más tiempo para disfrutar de la vida. La ventaja para los trabajadores es que evitan los despidos masivos; para las empresas, que pueden sobrevivir en épocas difíciles; para los gobiernos, que se ahorran las prestaciones por paro; para la sociedad, que no crece la exclusión social. Pero estos minijobs, que aportan minisueldos, son viables solo si en cada casa trabajan varios miembros; un single precisará de varios sueldos para subsistir. Además, al empresario le resulta más caro contratar a dos trabajadores a media jornada que uno a jornada completa. Otro punto a tener en cuenta sería el de la redistribución del tiempo de cara a un mejor aprovechamiento: ¿por horas, días, semanas, meses? (4h/día, 2 días de 10h/semana).
      Otro aspecto a valorar es la existencia de sectores, como el tecnológico, que a pesar del paro no encuentran candidatos. Hace años que en Europa las políticas educativas débiles e irreflexivas sumadas al creciente fracaso escolar y a la abundancia de recién llegados sin formación han conducido a una saturación de trabajadores no cualificados para ocupar unos puestos que se han ido reduciendo, con la triste consecuencia de millones de personas que viven en precario. ¿Qué habría que hacer? Potenciar la formación de niños y jóvenes en las escuelas e institutos, dirigirlos a carreras más técnicas, actualizar la cartera de estudios universitarios en el ámbito público (que ha quedado desfasada respecto a la industria) y explicar a la sociedad (a través de los medios de comunicación) la importancia de alcanzar una formación sólida.
      Todo eso precisa de una planificación conjunta de muchos sectores, hecha con sentido común y pragmatismo. Por desgracia queda muy lejos de un mundo donde todos van a su aire, al son de sus intereses particulares y tomando decisiones sobre la marcha.




martes, 6 de mayo de 2014

No todos los trabajos son iguales

A las ocho menos cuarto de la mañana, hora de Barcelona, invaden mi calle tres furgonetas blancas que aparcan en la Zona Verde que ha quedado libre. Bajan nueve hombres vestidos de operarios, luciendo chalecos reflectantes, cinturones de herramientas y cascos protectores. Descargan bobinas de cable y altas escaleras que colocan en la esquina, apoyadas en el edificio más cercano. En seguida miran el material, añaden unos cuantos conos de color naranja y deciden que es la hora del café. El bar de la esquina resuena con los gritos y las risas de los alegres trabajadores.
      Una hora después parece que toca ponerse al tajo, con calma y mucho ruido, eso sí. Poco a poco se colocan las escaleras, un operario sube (sin casco, que molesta) y va haciendo el tendido, en este caso de fibra óptica. A las once hay mucha hambre (de tanto subir y bajar escaleras); el bocadillo y la cerveza precisan de al menos noventa minutos para caer bien en el estómago. La dueña del bar, contenta de la numerosa clientela, pero airada por las injusticias laborales que percibe me comenta que “no pegan golpe”, que “se pasan el día hablando”, que “yo he trabajado como un negro de los de antes, que mira tú ese qué rápido que ha aprendido a gandulear, y que es una vergüenza”. Añade que “eso no es nada; tendrías que ver la chica que multa los vehículos mal estacionados en la Zona Verde, esa sí que sabe: ¡todo el día en el bar whatsapeando!”. Detecto cierta envidia bajo sus palabras y la animo: “Mujer, tú y yo, que somos unas currantas, seguro que nos sentimos mucho mejor que todos ellos; es más gratificante”. Me taladra con una mirada paralizante y me callo.
      Cuando regreso de cumplir con mi jornada, aún están ahí los operarios y las furgonetas, ellos chillando de lado a lado de la calle. Miro hacia arriba y me parece que el cable está puesto. Tardan media hora más en recoger y abandonar la zona en medio de un ruido ensordecedor. La calle entera respira aliviada cuando abandonan el lugar. Parece que podremos descansar después de días de jarana. Alguien comenta que han terminado la faena.
      Falsa alarma. Unos días después vuelta a empezar. Parece ser que el cable no ha quedado bien colocado y precisa retoques.
      Así nos va...   




miércoles, 19 de febrero de 2014

Voluntarios del futuro

Hace décadas que la creciente automatización deja en la calle cada día a más trabajadores. La previsión es que eso empeore con lo que denominamos la tercera revolución industrial. Si le añadimos las consecuencias de la globalización de los mercados, la construcción de comunidades fuertes y autosuficientes será vital para la supervivencia de muchas familias afectadas por la drástica reducción de plazas de trabajo. En los próximos años hará falta encarar algunas prioridades como proporcionar alimento a los pobres, garantizar unos servicios sanitarios básicos, educar a los jóvenes, prever viviendas asequibles y preservar el medio ambiente. ¿Cómo vamos a conseguirlo? Muchos creen que con el tercer sector. Tendremos que establecer iniciativas para que aquellos que aún trabajen, pero en horario reducido, dediquen parte de su tiempo libre en actividades de voluntariado. Habrá que promover una legislación adecuada para proporcionar a los parados permanentes un trabajo útil en los servicios comunitarios. El gobierno podría deducir impuestos a los trabajadores en activo que hagan tareas comunitarias y, aunque con ello obtenga menos ingresos fiscales directos, reduciría su gasto en programas de ayuda. También tendría que establecer “salarios sociales” como alternativa a los pagos y beneficios de la asistencia pública para los parados permanentes dispuestos a ser reeducados y empleados como voluntarios. Además el gobierno debería conceder beneficios a las ONG para ayudarlas a reclutar y formar a los pobres que trabajen para ellas. Este “salario social” beneficiaría a los sectores público y privado con el crecimiento de poder adquisitivo y de los ingresos sujetos a impuestos, reduciendo a la vez la tasa de criminalidad y el coste de mantenimiento del orden social y legal. En el futuro será imprescindible crear un capital social en los barrios y comunidades para ayudar al número creciente de pobres que se prevé que habrá en el mundo. La carta más importante en el juego de la nueva política parece ser el sector público, que tendrá un papel menor en los asuntos comerciales y mayor en el tercer sector. Estos dos sectores juntos podrán ejercer una considerable presión política sobre las empresas para reconducir parte de los beneficios del nuevo comercio hasta las comunidades. (de The End of Job, de Jeremy Rifkin)

jueves, 14 de noviembre de 2013

Jubilados que trabajan

Según el British Medical Journal la proporción entre pensionistas dependientes del sistema y trabajadores en activo está cambiando. Se suele creer que todos los jubilados son dependientes y que todos los adultos en edad laboral trabajan. Eso no es así. En el estudio de MacInnes i Spijker, en el Reino Unido, se ha visto que hay más gente que pasa de los 65 años que niños de menos de 15 y que los mayores, en lugar de envejecer, son cada día más jóvenes. A principios del siglo XX la esperanza de vida estaba en 57 años para las mujeres y 52 para los hombres. Hoy en día es de 83 para ellas y 79 para ellos, un dato que sugiere que tardamos más en hacernos viejos de verdad. Los autores han calculado que en el Reino Unido hay más adultos pensionistas en edad de trabajar (9,5 millones) que jubilados que no trabajan. De hecho el número de viejos dependientes ha caído un tercio en relación a hace 40 años. El censo de 2011 mostró que 1,4 millones de personas en edad de ser pensionistas estaban laboralmente activas y otro más reciente, que de los que tenían entre 65 y 74 años, un 16% era económicamente productivo. El artículo del British Medical Journal apunta que la buena salud de los viejos es clave para que se mantengan activos y que deben seguirse promocionando los conocimientos médicos y las nuevas tecnologías para que así se mantenga. Yo le añadiría que en el Reino Unido las pensiones son más bajas que en España desde que Margaret Thatcher decidió que cada cual se pagara un plan de pensiones de su bolsillo para ayudar al Estado. Pero, como sucede en estos casos, muchos no le hicieron caso o no pudieron permitírselo. De ahí que sigan trabajando.