Durante el siglo XVIII el absolutismo se reforzó en España. Había comenzado en 1492 con la unión de Castilla y Aragón, la caída del Reino de Granada y el descubrimiento de América. Siguió con el matrimonio de Juana la Loca con Felipe de Habsburgo y culminó en Carlos I, hijo de ambos y heredero de un imperio. El Nuevo Mundo aportó a la monarquía una gran riqueza (como caída del cielo). Aun así, cuando Felipe II accedió al trono el desgaste económico era manifiesto.
Desde el inicio hubo errores: no se permitió el libre comercio con ninguna colonia, las instituciones eran extractivas (favorecían la monarquía y una reducida élite) i la realeza, borracha de oro, se embarcó en muchas guerras. Así la prosperidad económica del imperio español se redujo. Carlos I y, sobre todo, Felipe II fueron grandes deudores capaces de hundir familias enteras de banqueros a copia de impagados. Las Cortes no eran representativas de la mayoría y no podían imponer límites al absolutismo, que cada día necesitaba más y exigía más impuestos. Hubo tensiones hasta la disolución de Las Cortes en 1664.
Mientras, Inglaterra se preparaba para la Revolución Industrial. El absolutismo cayó en 1688. Se crearon instituciones políticas pluralistas y económicas relativamente inclusivas, un Estado centralizado más eficaz y una burocracia impositiva moderna. En España la monarquía monopolizaba el comercio, no aseguraba los derechos de propiedad a los emprendedores, vendía cargos o los hacía hereditarios,cobraba impuestos agrícolas y cobraba por la inmunidad frente a la justicia.
¿Consecuencias? Inglaterra creció y se industrializó. España cayó en picado y nunca pudo recuperarse.
Así nos va... Si alguien no lo entiende, que aprenda historia. Los patrones cambian muy despacio.
miércoles, 12 de junio de 2013
miércoles, 5 de junio de 2013
El proceso de destrucción creativa
DESTRUCCIÓN CREATIVA: ¿DE DÓNDE
SALE?
“El capitalismo funciona por un
proceso de creación-destrucción”. Es una frase del economista Joseph Schumpeter.
En 1589 William
Lee, un sacerdote inglés, inventó la primera máquina de tejer con la idea
solidaria de ahorrar tiempo a los trabajadores manuales. Fracasó en conseguir
la patente debido a opiniones contundentes en contra del invento: privaría a la
gente de trabajo, crearía paro y pobreza, desestabilizaría el gobierno y
amenazaría el poder real. Habría un incremento de la productividad, sí, pero
también destrucción creativa.
La innovación tecnológica hace que las
sociedades humanas sean prósperas, pero supone la destrucción de lo viejo por
lo nuevo y el final de los privilegios económicos y políticos de ciertas
personas. Para tener un crecimiento económico sostenido necesitamos nuevas
tecnologías y nuevas formas de hacer las cosas que, y este es el “peligro”,
pueden cambiar el poder político.
Según los autores de Por qué fracasan los países, esta anécdota de la primera máquina
textil ilustra el hecho de que el nivel de vida de las personas no cambiara
entre la revolución neolítica y la revolución industrial del siglo XVIII. Por
culpa de la no aceptación de la destrucción creativa.
domingo, 2 de junio de 2013
Teatro: "Good people", de David Lindsay-Abaire.
¿Qué significa ser buena gente?
La encontramos en toda la escala social, igual que la mala gente. Y unos y
otros, dentro o fuera de un mismo grupo, pueden enfrentarse entre sí.
Eso mismo ocurre entre Margaret y Mike,
nacidos en el mismo barrio pobre, un agujero apestoso estigmatizado por drogas
y violencia. Él logra escapar, ella se queda. El autor plantea si la opción de
hacer una u otra cosa depende de la suerte, de la voluntad, de no equivocarse
en algún punto o de todo lo anterior.
Un tema interesante: gente común que
busca oportunidades, gente que intenta subsistir. Aun así desarrollo y
conclusión se quedan algo cortos. Mejor resolución tiene la sensacional Historia de una escalera, que Buero Vallejo escribió en 1949 y que
muestra la impotencia de unos vecinos de la clase trabajadora de postguerra que
no consiguen tirar adelante, frente a una familia que representa la minoría que
puede progresar.
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