miércoles, 9 de octubre de 2013

El eterno masculino... y femenino

La revista Time publica un artículo sobre una encuesta hecha por científicos de la Universidad de Pensilvania denominada “El efecto Facebook”. Se han buscado patrones de comportamiento de esta red social y se ha estudiado si analizando el lenguaje se puede saber la edad, el sexo o la personalidad. Una de las conclusiones ha sido la abundancia de estereotipos que hace que en un 92% de los casos sea fácil descubrir si quien habla es hombre o mujer. Ellas hablan más de compras y cuelgan fotos en las que salen guapas. Ellos se interesan más por el deporte. Otro punto interesante es que se aprende menos sobre quién es una persona que sobre cómo quiere ser vista (atractiva, feliz y exitosa). Volviendo a los estereotipos, ¿nos los sacaremos algún día de encima? Dejemos a un lado los hombres, bien considerados en todas partes, y centrémonos en las mujeres que, desde que el mundo es mundo, han sufrido crónicamente el desprecio, la falta de libertad y el aislamiento intelectual. Pertenezco a una generación que luchó por los derechos de todas, que tuvo a su disposición los primeros anticonceptivos, el acceso fácil a trabajos remunerados, los abortos posibles en Londres y, sobre todo, un trato igualitario que nos ganamos a pulso. Si nos fijamos en la sociedad actual podemos afirmar que en Occidente, de 40 a 50 años después de la liberación femenina, hemos dado marcha atrás. Es tan evidente en todos los ámbitos que duele a la vista. Muchas, como yo, no retrocederemos jamás, pero las nuevas generaciones se han quedado en el camino. ¿Qué hemos hecho mal? ¿Es culpa de los políticos, que no aplican correctamente la ley y a menudo la hacen retroceder (aborto)? ¿Es culpa de la abundancia de recién llegados que aportan culturas machistas? ¿Es culpa de la educación deficiente que se da en las escuelas y en casa? Probablemente de todo un poco, pero principalmente de las mismas mujeres. Nacemos en inferioridad de condiciones; lean sino la Biblia o a Aristóteles, por poner solo dos ejemplos entre miles de ellos. Cuando uno nace por debajo de la media debe luchar más que otro para hacerse valer y alcanzar el nivel. Y una gran mayoría de mujeres se ha dormido. A veces me pregunto por qué o para qué las nacidas en los años 50 luchamos tanto…

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