domingo, 13 de abril de 2014

Responsabilidad social empresarial

Hace años que las empresas se dieron cuenta de que la manera de hacer negocios repercute en el entorno y que el mundo actual supone retos en el mantenimiento del planeta y responsabilidad en los cambios sociales que puedan provocar por una mala praxis. Hay que convertir los riesgos en oportunidades si se busca un crecimiento sostenible. Los estudios sugieren diez “megafuerzas” que impactarán el mundo de la empresa en los próximos veinte años. La primera afecta directamente las demás.
1-Cambio climático: En un mundo despreocupado de esta cuestión (aún hay quien niega la evidencia), las consecuencias no se harán esperar.
2-Energía-petróleo: La demanda global de energía aumenta a la par que disminuyen las energías fósiles.
3-Recursos materiales: Los países recientemente industrializados incrementan la demanda de un producto que empieza a escasear. Habrá que encontrar materiales sustitutivos o reciclar al máximo.
4-Agua: Hacia el 2013 la demanda de agua superará en un 40% las existencias disponibles. Se prevén grandes disputas por un agua cara y de baja calidad.
5-Crecimiento poblacional: En 2032 seremos 8,4 billones (predicción moderada), con la consiguiente presión sobre los ecosistemas, los recursos en general y el trabajo.
6-Sociedad: La clase media global crecerá un 172% entre 2010 i 2030 (en los países emergentes). Las empresas tendrán que servir ese mercado aún disponiendo de menos recursos.
7-Urbanismo: En 2030 gran parte de Asia y África vivirá en zonas urbanas, que requerirán grandes inversiones en infraestructuras y suministros (agua, luz, transporte, sanidad).
8-Alimentos: Sector muy presionado por el aumento de población, las restricciones de agua y la deforestación. Los precios de la comida habrán subido un 70-90% en 2030.
9-Ecosistemas: Ahora están estresados con tendencia a ir a peor. Se reduce la diversidad y proliferan las especies invasivas.
10-Deforestación: se perderán un 13% de los bosques entre 2005 y 2030 con todo lo que eso comporta para la industria.
      Según Magdalena Zamorano, gerente de sostenibilidad de Endesa, el objetivo de la responsabilidad social empresarial debe ser mejorar la gestión de los riesgos, fomentar la innovación i potenciar la relación con sus grupos de interés; el resto es pura filantropía”.
      Si todos piensan igual, son muy malas noticias que nos conducirán a un futuro de miseria. La sociedad civil debería apoyar a las empresas que tengan en cuenta los diez puntos citados y que luchen para afrontarlos.

(“Sostenibilidad, competitividad e innovación, retos y oportunidades para la responsabilidad social empresarial”, diversos autores, editorial Huygens, 2013)



jueves, 3 de abril de 2014

¿Adónde vas, Sudáfrica?

En ni viaje a diferentes ciudades sudafricanas el apartheid i Mandela se impusieron a cualquier otra visita turística. ¿Pero el apartheid no se había terminado definitivamente en 1991? Sí, pero no en la memoria, no en las secuelas. Aquellos 43 dolorosos años se reencuentran en cualquier rincón del país y eso cuesta de digerir, a veces siglos.
      Entender Sudáfrica no es fácil. La humanidad nació en África y, de alguna manera, todos conservamos alguna cosa de aquellos ancestros. La zona de la que hablo estaba poblada por cazadores-recolectores. En el siglo XV pasaron los portugueses y en el XVII se quedaron los holandeses. Los primeros esclavos eran emigrantes de Malasia. Los zulúes y los chosa lucharon reiteradamente contra los nuevos colonos, pero fueron los ingleses quienes se impusieron durante 155 años. Mientras, los granjeros holandeses (boers) se habían instalado, batallando con los ingleses y con el rey zulú Shaka. Durante el siglo XIX se encontraron diamantes y después, oro en abundancia. Esa fiebre creció a la par que las desigualdades raciales. Para mejorar las condiciones de los negros nació la ANC, el partido de Mandela, quien fue condenado a cadena perpetua de la cual cumplió “sólo” 27 años, porque el presidente De Klerck, elegido por los blancos en 1989, se dio cuenta de que Sudáfrica necesitaba una limpieza de cara, sobre todo a causa de las sanciones internacionales que afectaban la economía e incluso el deporte. ¿Lo han entendido? Pues es mil veces más complicado.    
     En Sudáfrica se visitan las cárceles donde sufrieron líderes de la talla de Mandela o Gandhi. Al primero se lo mezcló con asesinos blancos para que nadie le echara una mano y el segundo descubrió las ventajas de la Satyagraha, nombre indio para la resistencia no violenta. Me llevaron al museo del Distrito 6, un lugar de buena convivencia multicultural hasta que el apartheid, deseoso de dividir a la gente en razas y etnias, lo destruyó para enviar a los negros a Langa, un distrito segregado, con viviendas miserables sin luz ni agua, donde aún es mejor no perderse. En Soweto, otro distrito segregado en sus inicios, el museo Pieterson recuerda a los estudiantes asesinados por manifestarse en contra de la imposición del afrikâans (lengua de los boers) en las escuelas negras (1976, 700 muertos).
      En una Sudáfrica post apartheid i post Mandela, que tiene tan presente su pasado injusto, uno se pregunta si podrá seguir siendo la S de los países BRICS. Salta a la vista que queda mucho por hacer. Su PIB superior al de toda el África subsahariana junta no da confianza cuando uno viaja con los ojos abiertos. Todavía se distingue entre blanco (afrikâaner, inglés, extranjero), negro (de las tribus), de color (descendiente de esclavos de Malasia o  mestizo) y asiático (indio, chino). Hay once lenguas oficiales en el país y cuatro en la televisión. Hay iglesias cristianas, mezquitas, sinagogas… y antiguas religiones tradicionales. No es fácil organizar esta torre de Babel.
      Hoy por hoy las elecciones están al caer. Algunos dicen que el ANC (partido de Mandela) está en crisis a causa de la corrupción de los cabecillas. Otros, que el presidente zulú malgasta el dinero público regalando palacios a sus cuatro esposas. Mientras, la miseria y el resentimiento incrementan la inseguridad (los agentes de vigilancia de metro y tren llevan chaleco antibalas y no se recomienda ir por la calle después de la puesta del sol). Hace falta un equilibrio social y que el país sepa aprovechar la riqueza de su diversidad. La solución, tal vez, sería la entrada en escena de un líder con las cualidades de Nelson Mandela para salvar Sudáfrica, construida con sangre, sudor y oro. Pero, como todo el mundo sabe, los Mesías no son fáciles de encontrar


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miércoles, 12 de marzo de 2014

Políticos mediocres

Un escritor persa dijo que las cualidades que se necesitan para ser político no tienen nada que ver con las que se precisan para llegar al poder, lo cual me sugiere que quienes tienen menos escrúpulos, menos barreras morales y emocionales son quienes llegan a gobernar.
      Este lado oscuro del talento político debería disimularse con un alto nivel de formación, carisma, capacidad oratoria y otras competencias que elevan la imagen del político y lo hacen digno de la confianza de sus votantes. Así ocurre en la mayoría de países del mundo, pero no en España.
      En España los ineptos, los incultos y los corruptos llegan a la cima. ¿Cómo es eso?
      Es fácil reconocer que la sociedad del país tiende a premiar el ignorante, el gandul y el ladrón. Lo vemos cada día en televisión: un rebaño de personajes impresentables cobran sueldos millonarios, y se trata la incompetencia política como si fuera un chiste ocurrente.
      ¿Por qué?
      Las raíces identitarias culturales españolas llevan incorporada la indignidad personal y la bajeza voluntaria. Conseguir lo contrario implicaría un gran esfuerzo individual de construcción personal. Es mucho más cómodo aceptarse con los defectos e identificarse con gente similar (a quien es obligado premiar para no desprestigiarse uno mismo).
      Esta tara tiene graves consecuencias. Por un lado apoya la estupidez y la ignorancia, por otro castiga al legal, al honesto y al culto. La culpa la tiene el deporte nacional: la envidia, una envidia que sólo puede ser producto de un ínfimo nivel de dignidad personal y de conciencia de uno mismo.
      Esta psicología retorcida es la que hace que España sea tan distinta a otros países serios, porque no lo olvidemos: lo que hace grande a un país son las personas.
(Inspirado en la “Gazzetta del Apocalipsis”)


miércoles, 19 de febrero de 2014

Voluntarios del futuro

Hace décadas que la creciente automatización deja en la calle cada día a más trabajadores. La previsión es que eso empeore con lo que denominamos la tercera revolución industrial. Si le añadimos las consecuencias de la globalización de los mercados, la construcción de comunidades fuertes y autosuficientes será vital para la supervivencia de muchas familias afectadas por la drástica reducción de plazas de trabajo. En los próximos años hará falta encarar algunas prioridades como proporcionar alimento a los pobres, garantizar unos servicios sanitarios básicos, educar a los jóvenes, prever viviendas asequibles y preservar el medio ambiente. ¿Cómo vamos a conseguirlo? Muchos creen que con el tercer sector. Tendremos que establecer iniciativas para que aquellos que aún trabajen, pero en horario reducido, dediquen parte de su tiempo libre en actividades de voluntariado. Habrá que promover una legislación adecuada para proporcionar a los parados permanentes un trabajo útil en los servicios comunitarios. El gobierno podría deducir impuestos a los trabajadores en activo que hagan tareas comunitarias y, aunque con ello obtenga menos ingresos fiscales directos, reduciría su gasto en programas de ayuda. También tendría que establecer “salarios sociales” como alternativa a los pagos y beneficios de la asistencia pública para los parados permanentes dispuestos a ser reeducados y empleados como voluntarios. Además el gobierno debería conceder beneficios a las ONG para ayudarlas a reclutar y formar a los pobres que trabajen para ellas. Este “salario social” beneficiaría a los sectores público y privado con el crecimiento de poder adquisitivo y de los ingresos sujetos a impuestos, reduciendo a la vez la tasa de criminalidad y el coste de mantenimiento del orden social y legal. En el futuro será imprescindible crear un capital social en los barrios y comunidades para ayudar al número creciente de pobres que se prevé que habrá en el mundo. La carta más importante en el juego de la nueva política parece ser el sector público, que tendrá un papel menor en los asuntos comerciales y mayor en el tercer sector. Estos dos sectores juntos podrán ejercer una considerable presión política sobre las empresas para reconducir parte de los beneficios del nuevo comercio hasta las comunidades. (de The End of Job, de Jeremy Rifkin)

miércoles, 5 de febrero de 2014

Finanzas de hoy

A día de hoy nadie duda que las finanzas dominan la economía, de manera que la Bolsa se ha convertido en el eje del mundo y los bancos de inversión en gobernantes de los políticos. Suponiendo que la política quisiera (pudiera) poner freno a este sinsentido, su lentitud en la ejecución no sería operativa ante unos mercados que van a todo gas. Los actuales especuladores se dedican a derribar países, no empresas. ¿Y cómo se lo montan? Según el brocker y day-trader Josef Ajram, a finales del 2008 se les prohibió vender acciones que no tenían. Hasta entonces había sido una práctica habitual, siempre y cuando se cerraran las operaciones el mismo día. Es importante explicar que la compra y venta necesita de un intermediario financiero que cobra comisiones que ayudan a sostener una agencia de valores, entre otras. A raíz de esta prohibición se popularizó, entre muchos otros, un producto financiero (CDF) ya existente que permite comprar y vender, vender y comprar y, sobre todo, mantener las posiciones vendidas durante más de un día. Esta posibilidad facilita que los manipuladores del mercado puedan ganar cuando baja la Bolsa, lo cual crea miedo, miedo del que ellos se aprovechan. O sea que los especuladores crean miedo subiendo los CDF y este miedo hace que la renta variable sea inestable y baje de forma que sus posiciones bajistas en el activo que sea les permiten ganar mucho dinero. La única salida a este problema es política: prohibir vender acciones que no se tienen, siempre que la posición vendedora se arrastre más de un día. Si se quiere evitar un crac bolsista desde un punto de vista político se debe prohibir vender aquello que no se posee. El sistema necesita liquidez y necesita trading (comprar y vender varias veces en un día), pero no debe sostenerse una posición bajista más de unas horas. ¿Quién podría oponerse a ello? Los grandes especuladores, muchos de los cuales quisieran que la economía fuera fatal para sacarle provecho gracias a estas posiciones bajistas. (de La solución. El método Ajram)

miércoles, 29 de enero de 2014

Somos demasiados

Se habla poco de demografía, aunque va a ser un factor clave que marcará la economía y la sociedad futuras. En el siglo XX la población mundial era de 6 070 millones, y se estima que el año 2050 será de 9 300 millones, el 77% de los cuales vivirán en Asia y África. En la UE lo hará solo el 7%. Recordemos que para estabilizar la población cada mujer europea debería tener 2,1 hijos y que a día de hoy tiene 1,6. Naciones Unidas prevé que el aumento de población se estabilizará en torno a los dos hijos por mujer. ¿Y eso qué importancia tiene? Pues que una elevada natalidad no favorece la calidad de la sanidad básica ni de la educación primaria y hace disminuir la renta per cápita. Por otra parte en 2050 los mayores de 60 años representarán el 22% del total de habitantes del mundo; en los países avanzados serán el tercio del total. El envejecimiento poblacional tendrá muchas consecuencias. Habrá menos personas trabajando para financiar las pensiones del resto. Quedarán afectados el consumo, el ahorro, el mercado laboral, el sistema sanitario, la atención a los ancianos, la familia y las migraciones. Una sociedad envejecida será políticamente más conservadora. El exceso de población supondrá más presión sobre la agricultura, mientras que el agua se hará más escasa, igual que las energías fósiles, los recursos y también el espacio físico. Todo eso implica más sobreexplotación de la Tierra y más contaminación. Dicho de otra manera: si todos los habitantes del mundo son iguales y tienen los mismos derechos, el planeta no podrá sustentar tanta gente en este nivel tan alto. (de “Un futuro incerto”, de Francesc Raventós)

miércoles, 22 de enero de 2014

Libros que dejan huella

Todos los lectores podríamos hacer un listado de libros que, por motivos diferentes, conservamos en nuestra memoria. Todos ellos, a través de la historia o del protagonista, nos enseñan cosas de la vida. Algunos han caído en nuestras manos recomendados y otros por casualidad o en un momento crucial. Todos forman parte de nosotros. Los que quisiera destacar son las de mi etapa de adolescente. Debo a Dumas momentos inolvidables de aventura con Los tres mosqueteros, mientras que dejaba impresionar por la mala Milady y su flor de lis tatuada. El suspense de aquellos Diez negritos que iban desapareciendo misteriosamente en la obra reina de Agatha Christie me produjo alguna que otra pesadilla y un conjunto de emociones desconocidas. Pero la obra que más me impactó en aquella época fue Lo que el viento se llevó. Yo era entonces una niña retraída e insegura que admiraba la voluntariosa Scarlett O’Hara y quería ser guapa como ella, decidida como ella y tener un novio clavado a Rett Butler. Más adelante llegaron obras diferentes. La dureza de Germinal de mi venerado Émile Zola me rompía el corazón tanto como La plaza del Diamante, de Mercè Rodoreda. Durante mi adolescencia tardía conservé mi preferencia por hombres que me parecían muy masculinos por su valentía y orgullo y que Corneille supo retratar con maestría en Le Cid, obra que leíamos en clase en el Lycée Français y de la que me sabía escenas enteras de memoria. Una amiga me regaló en un momento crucial un Herman Hesse, Demian, libro que todavía abro en épocas oscuras y que siempre me reconforta. Recuerdo que en los setenta José Luís de Vilallonga estaba prohibido por el franquismo; comprábamos sus obras en Francia y las pasábamos escondidas por la frontera. Aún releo a veces una de ellas. Se llama L’homme de sang i narra la vuelta a España de un exiliado andaluz de la guerra civil, un personaje con mucha miga y una historia espléndidamente narrada. Podría citar más libros, como Gigi, de Colette, o 1984, de Orwell. Pero solo destacaré uno, que seguro que nadie conoce: Escuela del amor y del matrimonio. Lo leía a escondidas. Y es que hace más de cuarenta años no se hablaba abiertamente de sexo como ahora y si uno quería informarse, debía espabilarse solo. ¡Oh, libros! Libros para disfrutar, libros para aprender..., pero como dijo la agente literaria Carmen Balcells, está muy bien vivir otras vidas y conocer otros mundos a través de los libros, pero es mucho mejor que vivamos nuestras propias experiencias.